La tuberculosis vuelve a ser la enfermedad infecciosa más mortal

Tras ser superada durante tres años consecutivos por la covid-19, la tuberculosis volvió a ser la enfermedad infecciosa más letal en 2023, causando cerca de 1,2 millones de muertes en el mundo, muy por encima de las 320.000 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que provocó el coronavirus causante de la pandemia de principios de década.

La cifra supone, no obstante, un ligero descenso con respecto a la mortalidad global por tuberculosis registrada en 2022, cuando provocó cerca de 1,3 millones de muertes, indicó la OMS al presentar este martes su informe anual sobre la incidencia de esta enfermedad.

La organización con sede en Ginebra atribuye esta bajada de la mortalidad a la restauración de los sistemas de diagnóstico y tratamiento contra la tuberculosis y otras enfermedades, que se habían visto mermados durante la fase aguda de la pandemia.

El documento destacó por otro lado un ligero aumento en el número de personas que enfermaron de tuberculosis (tanto diagnosticadas por primera vez como reinfectadas), pasando de los 10,6 millones registrados en 2022 hasta los 10,8 millones en 2023.

Asia y África, a la cabeza de los casos

Por regiones, un 45 % de estos casos se diagnosticaron en el sureste asiático, un 24 % en África y un 17 % en Asia Oriental y Pacífico, mientras que se registraron en menor proporción en Oriente Medio y Magreb (8,6 %), América (3,2 %) y Europa (2,1 %).

 

De los 10,8 millones de casos registrados, 6 millones se dieron en hombres adultos, 3,6 millones en mujeres y 1,3 millones en niños y adolescentes, de acuerdo con el informe de la OMS.

Cinco países concentraron más de la mitad de la carga mundial de tuberculosis: India (26 %), Indonesia (10 %), China (6,8 %), Filipinas (6,8 %) y Pakistán (6,3 %), lo cual, advierte la OMS, demuestra que esta enfermedad sigue afectando «de manera desproporcionada» a zonas en desarrollo.

«Que tantas personas sigan muriendo y enfermando de tuberculosis es una vergüenza cuando tenemos las herramientas para prevenir, detectar y tratar la enfermedad», aseguró el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, al presentar el informe.

En el plano positivo, la OMS celebró un aumento de los casos diagnosticados el pasado año, hasta los 8,2 millones, superando así a los 7,5 millones de 2022 y alcanzando la cifra más alta desde que la organización iniciara el seguimiento mundial de esta enfermedad en 1995.

 

Según la OMS, este incremento ha sido posible gracias a los «considerables esfuerzos» realizados a nivel nacional y mundial para recuperarse de las perturbaciones en las redes de detección y prevención durante la crisis de la covid, especialmente en países con mayor incidencia de tuberculosis como India, Indonesia y Filipinas.

Más diagnóstico para la tuberculosis multirresistente

Pese a estos avances, el informe alerta de que la tuberculosis multirresistente, aquella que no responde a los principales tratamientos contra la enfermedad como la rifampicina, constituye todavía «una crisis de salud pública».

Así, de las 400.000 personas que la agencia sanitaria de la ONU estima que padecían esta tuberculosis más grave hasta el pasado año, se calcula que sólo el 44 % fueron diagnosticadas y recibieron el correspondiente tratamiento en 2023.

La OMS advierte que uno de los principales obstáculos para combatir la tuberculosis sigue siendo el déficit de financiación mundial para su prevención y tratamiento, que disminuyó en 2023 hasta los 5.700 millones de dólares (5.289 millones de euros), muy por debajo de la meta anual de 22.000 millones de dólares (20.415 millones de euros).

No obstante, también apunta a otros cinco factores como los causantes del aumento del número de casos de tuberculosis a nivel mundial: la desnutrición, la infección por VIH, los trastornos por consumo de bebidas alcohólicas, el tabaquismo (especialmente entre los hombres) y la diabetes.

Ante esta situación, la OMS hizo un llamamiento a la comunidad internacional para abordar estos problemas desde raíz, combatiendo determinantes críticos como la pobreza o la baja renta per cápita de los países más afectados, y avanzar así en la erradicación de esta enfermedad.

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Estudio: Huracanes elevan la mortalidad años después de su paso

Un equipo de científicos ha estimado que el impacto de un ciclón tropical en Estados Unidos puede causar un marcado aumento de la mortalidad a largo plazo, hasta provocar un exceso de fallecimientos de entre 7.000 y 11.000 personas, según expone un estudio publicado este miércoles en ‘Nature’.

La investigación, desarrollada por la Universidad de Berkeley y la Universidad de Stanford -ambas en California-, constató que el exceso de la mortalidad puede perdurar durante unos 15 años en las zonas afectadas por estos violentos fenómenos meteorológicos, que se presentan en forma de huracanes y tormentas tropicales.

Los principales autores del estudio, Rachel Young (Berkeley) y Solomon Hsiang (Stanford), analizaron el efecto que tuvieron 501 ciclones tropicales (TCs, en inglés) tras azotar directamente las costas estadounidenses entre 1930 y 2015.

 

A partir de las estadísticas recogidas por el Gobierno federal, confirmaron que un ciclón provoca 24 muertes directas de media, si bien detectaron que, al tener en cuenta su ‘efecto cascada’, los fallecimientos indirectos pueden oscilar entre los 7.000 y 11.000.

Asimismo, calcularon que estos ciclones representaron alrededor del 3,2 y 5,1 % de las muertes registradas en la costa atlántica de EE.UU. entre el citado periodo de 85 años, es decir, hasta un total de entre 3,6 y 5,2 millones de fallecimientos.

Estos hallazgos sugieren que el impacto de los TCs, que anteriormente se consideraba «poco importante para los análisis de la salud pública en general», es un factor subyacente significativo en la distribución del riesgo de mortalidad en esas zonas costeras, destacan Young y Hsiang en el texto del trabajo.

 

Entre los más perjudicados, precisan, se sitúan los bebés (menores de un año), las personas de hasta 44 años y la población de raza negra.

Estudios anteriores sobre el impacto de desastres naturales en poblaciones, recuerdan, han centrado su atención, sobre todo, en el número de muertes directas, que en la mayoría de los casos se atribuye a ahogamientos en inundaciones.

No obstante, los ciclones tropicales son una amenaza habitual en las costas estadounidenses, más allá del daño inmediato que causan a las infraestructuras, la economía o la sociedad, con desplazamientos de poblaciones, por ejemplo.

 

También representan, advierten, un problema de salud a largo plazo, en el que ciertos individuos ven reducido el acceso a la sanidad o afrontan un aumento del coste de la vida.

En este contexto, el análisis de los datos recogidos por los centros de control y prevención de enfermedades proporcionó a los autores pruebas de que el exceso de la mortalidad está relacionada con la diabetes, el suicidio, el síndrome de muerte súbita infantil u «otra causa no registrada».

A esta lista le siguen como causas más comunes de fallecimiento las enfermedades cardiovaculares y el cáncer, según los expertos.

 

Young y Hsiang indican que este estudio demuestra que los ciclones tropicales están asociados al exceso de la mortalidad, si bien reconocen que no identifica los mecanismos subyacentes.

Por ello, proponen cinco factores que podrían explicar esa vinculación.

«Los daños económicos causados por la pérdida de empleos o los desembolsos necesarios para las reparaciones posteriores a un ciclón podrían, por ejemplo, reducir el gasto futuro en atención médica», concluyen.

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La mortalidad por malaria, TB y sida se redujo en un 61 % en dos décadas

El Fondo Mundial para la Malaria, el VIH y la tuberculosis, el mayor proveedor de fondos internacionales para luchar contra este grupo de enfermedades asociadas a contextos de pobreza y exclusión, dijo este jueves que en sus dos décadas de trabajo contribuyó a reducir en 61 % la tasa de mortalidad combinada de estas enfermedades.

Se estima que esto representa 65 millones de vidas salvadas, gracias a una estrategia que se ha basado en movilizar recursos internacionales públicos y privados, y al mismo tiempo generar una demanda tal por productos de prevención -como las mosquiteras en el caso de la malaria-, de diagnósticos y tratamientos que sus precios se han reducido considerablemente.

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El caso más llamativo es el de los antirretrovirales para tratar el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida), que hace dos décadas elevaban el costo del tratamiento anual para una persona a 10.000 dólares, mientras que ahora cuesta 45 dólares.

Actualmente, 25 millones de personas en el mundo están bajo este tipo de tratamiento.

En su reporte anual de actividades, publicado hoy, el organismo señala que ahora trabaja con sus socios para ampliar el acceso a herramientas de prevención, como un anillo vaginal o un inyectable que actúa a largo plazo como tratamiento de profilaxis antes de la exposición al virus.

Sobre la tuberculosis el Fondo Mundial señala que su asociación con fabricantes también permitió reducir el precio del diagnóstico molecular y del principal tratamiento que se utiliza en la actualidad, así como de medicinas preventivas, todo lo cual hizo posible que en 2023 se ofrecieran 7,1 millones en tratamiento.

En el ámbito de la malaria, el principal avance reciente es haber garantizado un precio atractivo para un insecticida con doble ingrediente activo con el que se recubren las mosquiteras y que ahora utilizan la mayoría de países africanos afectados por esta enfermedad transmitida por mosquito.

El año pasado se distribuyeron 227 millones de mosquiteras, 335 millones de casos sospechosos se sometieron a test y se trataron 171 millones de infecciones.

Para todos estos progresos, logrados desde 2002, la entidad desembolsó fondos por 63.000 millones de dólares (hasta el final de 2023), que -aparte de las vidas salvadas y el ahorro para los sistemas de sanidad de países en su mayoría pobres- generaron 400.000 millones de dólares en ganancias directas en productividad.

El Fondo Mundial juega un rol esencial sobre todo en el caso de la tuberculosis, ya que en 2023 contribuyó con el 76 % de toda la financiación internacional para afrontar esta enfermedad; y de la malaria, en la que representó el 62 % de los fondos.

En el caso del VIH (28 % de los fondos), su trabajo se complementa con el del Fondo de Naciones Unidas contra el Sida.

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Estudio: Ciudades compactas tienen peor calidad aire y mayores tasas de mortalidad

Un estudio, que ha analizado 919 ciudades europeas, asegura que las ciudades compactas de alta densidad de población, como Barcelona, tienen tasas de mortalidad más altas, menos espacios verdes, peor calidad de aire y un mayor efecto de isla, aunque menos emisiones de gases de efecto invernadero per cápita

La investigación, del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y que ha sido publicada en The Lancet Planetary Health, ha identificado cuatro configuraciones urbanas básicas en el continente europeo.

Estas cuatro formas urbanas son: ciudades compactas de alta densidad, ciudades abiertas de baja altura y densidad media, ciudades abiertas de baja altura y baja densidad y ciudades verdes de baja densidad.

Los resultados muestran que las ciudades más verdes y menos densamente pobladas tienen menores tasas de mortalidad, menores niveles de contaminación atmosférica y menor efecto de isla de calor urbano pero mayor huella de carbono per cápita.

Por el contrario, las ciudades compactas de alta densidad tienen tasas de mortalidad más altas, menos espacios verdes, peor calidad del aire y un mayor efecto de isla de calor urbano, pero menores emisiones de gases de efecto invernadero (CO2) per cápita.

Las ciudades compactas se caracterizan por una superficie reducida y una alta densidad de población y también de zonas peatonales, además de una densidad moderada de carriles bici y una baja disponibilidad de zonas verdes naturales.

Es la tipología urbana con mayor número de habitantes de Europa, con más de 68 millones de personas, y los ejemplos de esta categoría que menciona el estudio son Barcelona, Milán, París y Basilea.

Las urbes de este tipo tienden a facilitar la movilidad a corta distancia, ya que suelen tener redes de transporte público e infraestructuras para peatones y ciclistas densas.

Las de baja altura y densidad media tienen superficies pequeñas, densidades de población medias y una densidad relativamente elevada de vías para el tráfico motorizado, con una disponibilidad de zonas peatonales, carriles bici y zonas verdes intermedias, en comparación con otros tipos de ciudades.

Bruselas, Dublín o Leipzig son ejemplos de este tipo de ciudades, según establece el estudio del ISGlobal, centro impulsado por la Fundación la Caixa.

Pisa, Oviedo o Toulouse se encuentran entre las ciudades abiertas de baja densidad estudiadas, que se caracterizan por una baja disponibilidad de zonas peatonales y carriles bici y una disponibilidad moderada a alta de zonas verdes naturales hacia las afueras.

La investigación ha estudiado también a las ciudades verdes de baja densidad, dispersas, que tienen una disponibilidad moderada de zonas peatonales y muchos carriles bici y espacios verdes naturales, como Helsinki, Rennes, Aarhus o Estocolmo.

Tamara Iungman, investigadora del ISGlobal y una de las autoras principales del estudio, consideró que, tras analizar más de 900 ciudades de Europa, «creemos que, tal y como apuntan la literatura y los expertos, la ciudad compacta puede seguir siendo el modelo del futuro pero en su configuración actual muestra una baja calidad ambiental y necesita superar importantes retos».

«El potencial para reducir la dependencia del coche, la accesibilidad a pie o el acceso a los servicios y las oportunidades de interacción social son ventajas claras del modelo de ciudad compacta, pero siguen mostrando una elevada presencia del transporte motorizado y una clara falta de espacios verdes», añadió.

Por su parte, la coautora del estudio y también investigadora del ISGlobal, Sasha Khomenko, afirmó que «los elevados niveles de contaminación atmosférica constituyen un reto particular para las ciudades compactas, hasta tal punto que si se consiguiese reducirlos, también se reducirían las tasas de mortalidad significativamente».

Por su parte, Mark Nieuwenhuijsen, responsable del programa Clima, Contaminación Atmosférica, Naturaleza y Salud Urbana del ISGlobal y autor principal del estudio, indicó que hay que aprovechar «el potencial de nuestras ciudades compactas mediante modelos innovadores, como supermanzanas, barrios de bajo tráfico o sin coches, e incorporando alternativas como las soluciones basadas en la naturaleza, incluidas la plantación de árboles o los tejados y fachadas verdes».

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La mortalidad por hepatitis viral aumenta por limitado acceso a diagnósticos y tratamiento

Cerca de 1,3 millones de personas murieron por hepatitis viral (A, B, C, D o E) en el mundo en 2022, un aumento de 200.000 defunciones en solo tres años que la Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuye a que el número de pacientes diagnosticados y en tratamiento se ha estancado.

En un nuevo informe presentado por la agencia sanitaria este martes se analiza por primera vez la epidemiología de las hepatitis víricas, es decir la forma en que se ha expandido esta enfermedad a nivel global.

El análisis, con datos de 187 países, indica que 254 millones de personas vivían con hepatitis B y otros 50 millones con hepatitis C en 2022 (último año del que se tienen datos completos), lo que contrasta mucho con los porcentajes de diagnóstico: el 13 % y el 36 % de estas personas, respectivamente.

Esta situación hace que las hepatitis víricas, entendidas como la inflamación y deterioro del hígado a causa de un virus, se mantengan como la segunda enfermedad infecciosa con mayor mortalidad, al mismo nivel que la tuberculosis y sólo por detrás de la covid-19, señala la OMS.

La hepatitis de tipo B resiste como la más letal, suponiendo el 83 % de las muertes por esta enfermedad, seguida por la de tipo C, responsable del 17 % de los fallecimientos.

En cuanto a los contagios, África se encuentra a la cabeza con un 63 % de las nuevas infecciones anuales por hepatitis B.

Por países, Bangladesh, China, Etiopía, Rusia, Filipinas, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán y Vietnam soportan sólo entre ellos casi dos tercios de la carga mundial de hepatitis B y C.

Ante esta situación, la OMS sostiene que lograr el acceso universal a la prevención, diagnóstico y tratamiento en estos diez países para 2025, junto con una intensificación de los esfuerzos en la región africana, es esencial.

«Los programas para combatir la hepatitis viral podrían ahorrar mucho dinero si más países de ingresos bajos y medios pudieran comprar medicamentos genéricos a precios asequibles», comentó en rueda de prensa la responsable del departamento de Sanidad y Consumo de la OMS y autora del informe, Françoise Renaud.

La agencia sanitaria también sugiere que es fundamental acabar con el estigma asociado al diagnóstico, proporcionando un acceso equitativo a los tratamientos a poblaciones tradicionalmente marginadas como los drogodependientes, los migrantes, los hombres homosexuales o las trabajadoras sexuales.

«Necesitamos integrar los servicios de hepatitis vírica en los programas de tratamiento de VIH existentes para llegar a las poblaciones clave», explicó a los medios la directora del departamento de Programas Mundiales de VIH, Hepatitis e Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) de la OMS, Meg Doherty.

También recordó que se debe reforzar la prevención de las hepatitis víricas en los recién nacidos y niños en situación de riesgo por transmisión maternoinfantil (durante el embarazo) de la hepatitis B.

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La mortalidad infantil mundial en menores de cinco años bajó a mínimos históricos

Unos 4,9 millones de niños murieron antes de su quinto cumpleaños a nivel mundial en 2022, una muerte cada seis segundos, lo que supone la tasa de mortalidad registrada en menores de cinco años más baja de la historia, reveló este miércoles un informe publicado por agencias de Naciones Unidas.

El estudio, con la colaboración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), muestra que la mortalidad en niños menores de 5 años ha bajado un 51 % en lo que va de siglo.

«Esto demuestra que es posible progresar cuando se asignan recursos suficientes a la atención primaria de salud, incluida la salud y el bienestar infantil», destacó un comunicado de la OMS.

No obstante, a pesar de estos avances, la OMS advierte que aún queda «un largo camino por recorrer» para reducir el número de muertes registrado en 2022, donde casi la mitad de los cerca de 5 millones de fallecidos fueron de recién nacidos.

Más de dos millones de fallecidos entre 5 y 24 años

Además, el informe indica que otros 2,1 millones de niños, adolescentes y jóvenes de entre 5 y 24 años también murieron en ese año, muchos de ellos en las regiones de África subsahariana y Asia meridional.

«El lugar donde nace un niño no debe determinar si vive o muere», destacó en el comunicado el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien recordó que es fundamental mejorar el acceso a servicios sanitarios de calidad para todas las mujeres y niños «incluso en emergencias y zonas remotas».

La organización sanitaria también alertó de otros factores que amenazan actualmente a estos avances como el aumento de la desigualdad económica, los nuevos conflictos, la intensificación del impacto del cambio climático o las consecuencias de la covid-19.

El riesgo de muerte se duplica en entornos pobres

Así, los niños de hogares más pobres tienen el doble de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que los de familias más ricas, mientras que los que viven en entornos frágiles o afectados por conflictos tienen casi el triple de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que niños de otros lugares.

La OMS recuerda que la mayor parte de estas muertes se deben a causas evitables como los partos prematuros, las complicaciones en el nacimiento o enfermedades infecciosas como la neumonía, la diarrea o la malaria.

Para evitar estas muertes, las agencias de la ONU apuestan por aumentar las inversiones para dar unas condiciones dignas a los trabajadores sanitarios, los cuales, aseguran, deben recibir «una remuneración justa, una buena formación y los medios necesarios para prestar una atención de máxima calidad».

Advierten que, en caso de que la comunidad internacional no actúe rápidamente, unos 59 países podrían no cumplir el objetivo de la Agenda 2030 en este sentido, que es bajar la mortalidad en los menores de cinco años a 25 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, lo que podría suponer el fallecimiento de unos 35 millones de niños antes de cumplir los cinco años de aquí a 2030.

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Mortalidad global en carretera baja un 5% desde 2010

Las muertes globales en accidentes de carretera han bajado un 5% entre 2010 y 2021, hasta 1,19 millones en el último año estudiado, pero en ese periodo han subido los decesos de ciclistas (un 20 % más) y de peatones (un 5%), según un informe publicado hoy por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Las muertes anuales de ciclistas (71.000) suponen en todo caso sólo un 6% del total, mientras que las de peatones (274.000) representan un 23 %, unos porcentajes que han ido en aumento, según se desprende del informe sobre la seguridad en carreteras elaborado por la agencia sanitaria de la ONU.

«El trágico balance de muertes en carretera está reduciéndose, pero no lo suficientemente rápido», valoró al presentarse el estudio el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

En ese sentido, Tedros exhortó a los gobiernos a «poner a la gente en el centro de sus sistemas de transporte, en lugar de los automóviles, y garantizar la seguridad de peatones, ciclistas y otros usuarios vulnerables de las carreteras».

El informe desvela que más de un 53% de las muertes globales corresponden a esas personas vulnerables: al 23 % de peatones y el 6 5 de ciclistas ya mencionados hay que sumar un 21 % de fallecimientos de conductores de vehículos de dos y tres ruedas motorizados, y un 3 % de usuarios de «micromovilidad» (patinetes y vehículos similares).

El estudio señala que en los 11 años estudiados se ha registrado una caída en las muertes en carretera en 108 países, que ha sido de más del 50% en 10 de ellos (por ejemplo Rusia, Japón, Venezuela, Dinamarca o Noruega).

Por regiones, Europa es la que menos muertes en carretera sufre actualmente en relación al total (5%), seguida de Oriente Medio (11%), América (12%), África (19%) y Asia Pacífico (25 %), mientras que el sureste asiático y el subcontinente indio concentran un 28% de los fallecimientos por accidentes de tráfico.

Nueve de cada 10 muertes ocurren en países en desarrollo, y en las economías de bajos ingresos el riesgo de morir en un accidente es tres veces mayor que en los países desarrollados, siempre según el informe de la OMS.

El estudio advierte, ante el creciente número de víctimas entre ciclistas y peatones, que un 80 % de las carreteras en el mundo carecen de estándares de seguridad para los viandantes y apenas un 0,2 % tienen carriles especiales para las bicicletas.

Apenas la cuarta parte de los países del planeta tienen políticas para promocionar el transporte público, el uso de bicicletas o de los trayectos a pie.

Únicamente seis países tienen leyes que se adaptan al código de buenas prácticas de la OMS para reducir riesgos, dirigidas a frenar la circulación a alta velocidad, el consumo de alcohol entre conductores, y el uso de casco, cinturón de seguridad y protección especial para los pasajeros menores de edad.

Sólo 35 países, apenas la quinta parte del total, legislan en aspectos clave para la seguridad tales como sistemas avanzados de frenado y de protección ante impactos delanteros y traseros.

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La mortalidad global por tuberculosis baja una vez superada la fase aguda de la pandemia

Cerca de 1,3 millones de personas murieron por tuberculosis en 2022 frente a los 1,4 millones registrados tanto en 2020 como en 2021, una bajada que la Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuyó a la recuperación de redes de prevención una vez concluida la fase aguda de la pandemia de Covid-19.

La perturbación de las redes sanitarias en todo el mundo durante la pandemia pudo contribuir en alrededor de medio millón de muertes adicionales por tuberculosis en 2020 y 2021, indicó la OMS al presentar este martes su informe anual sobre la incidencia de esta enfermedad.

La tuberculosis se mantiene por otro lado como la segunda enfermedad infecciosa que más muertes causa al año, por detrás de la propia covid, aunque en 2022 las cifras de ambas fueron muy similares y al actual ritmo (este año se han producido alrededor de 200.000 muertes globales por el coronavirus) volverá a ser la primera.

El informe sobre la tuberculosis presentado hoy por la OMS destacó por otro lado un aumento en el número de personas que contrajeron la enfermedad en 2022 (10,6 millones frente a 10,3 millones en 2021).

Asia y África, las regiones más afectadas

Un 46% de los casos se registraron en el sur y sureste asiático, frente al 23% en África, el 18 % en Asia Oriental-Pacífico, el 8,1% en Oriente Medio, el 3,1 % en América y el 2,2% en Europa.

De los 10,6 millones de casos registrados, 5,6 millones se dieron en hombres, 3,5 millones en mujeres y 1,3 millones en niños, siempre según el informe de la OMS.

Ocho países concentran más de dos tercios de los casos globales: India, Indonesia, China, Filipinas, Pakistán, Nigeria, Bangladesh y la República Democrática del Congo.

En el plano positivo, la OMS celebró un aumento de los casos diagnosticados el pasado año, hasta los 7,5 millones, la cifra más alta desde que la organización inició el rastreo global de la enfermedad en 1995.

Durante la pandemia la cifra de diagnosticados se desplomó hasta los 5,8 millones en 2020 y los 6,4 millones en 2021.

La OMS atribuye esta subida a la restauración de los servicios de rastreo en muchos países una vez superada la fase más aguda de la pandemia de covid-19, especialmente en países con alta incidencia de tuberculosis como India, Indonesia y Filipinas.

Alerta por la tuberculosis multirresistente

La organización con sede en Ginebra advierte en el informe del avance de la tuberculosis multirresistente, aquella que no responde a los principales tratamientos contra la enfermedad, como la rifampicina.

La OMS calcula que el pasado año se registraron unos 410.000 casos de estas tuberculosis más graves, pero que solo dos de cada cinco personas en estos casos recibieron tratamientos.

La agencia sanitaria de Naciones Unidas estima que gracias a los esfuerzos globales se han evitado 75 millones de muertes por tuberculosis en lo que va de siglo, lo que no evita que, pese a ser prevenible y curable, se mantenga como una de las principales causas de muerte a nivel global (13ª, según estadísticas de la OMS).

Entre 2015 y 2022 el número de fallecimientos por la enfermedad ha bajado un 19 %, aunque ese porcentaje está lejos de los objetivos fijados por la OMS, que pretendía llegar a una caída del 75 % hacia 2025.

De la misma manera, la organización con sede en Ginebra quería que en ese periodo cayera a la mitad el número de contagios a nivel mundial, cuando sólo ha bajado un 8,7% desde 2015.

La tuberculosis es una de las principales causas de muerte entre personas portadoras del virus VIH: el año pasado 167.000 de los fallecidos por esta enfermedad eran seropositivos.

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La mortalidad por cáncer de colon ha subido un 20,5 % en Latinoamérica

La mortalidad por cáncer de colon en Latinoamérica se ha incrementado un 20,5 % entre 1990 y 2019, según un estudio divulgado este martes por el centro brasileño de investigación científica Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz).

Los resultados del estudio, realizado por la Fiocruz, el Instituto Nacional del Cáncer de Brasil y la Universidad de California San Diego, alertan de una trayectoria al alza en la mayoría de los países de América Latina, en contraposición con la tendencia global.

Los investigadores comprobaron que «existe una relación» entre el índice de mortalidad por cáncer de colon y el desarrollo socioeconómico de cada país, según indicó la Fiocruz.

En este contexto, los países latinoamericanos con un bajo Índice de Desarrollo Humano (IDH) registran una menor mortalidad por la enfermedad, pero debido, principalmente, a un mayor subdiagnóstico y a la menor exposición a factores de riesgo, como «el consumo de alimentos ultraprocesados y carne roja».

Por otro lado, los países con un desarrollo medio, como es el caso de Brasil, realizan un diagnóstico «tardío» y tienen dificultades en aplicar el tratamiento en el momento oportuno, lo que reduce las posibilidades de cura.

Estas naciones tienen además una mayor exposición a los factores de riesgo anteriormente mencionados.

Por el contrario, los países más desarrollados sí cuentan con una red de diagnóstico más eficiente y sus poblaciones tienen comportamientos alimenticios más saludables.

En este sentido, el aumento de la mortalidad por cáncer de colon en la región, que es la más desigual del planeta, se dio de forma heterogénea, de acuerdo con el reporte, publicado en la revista científica «Plos One».

«Es interesante observar que la desigualdad entre países es tan marcada que algunos, como Uruguay y Argentina, avanzan hacia un descenso de la mortalidad. Y a pesar de tener un alto consumo de carne roja, logran diagnosticarlo y tratarlo a tiempo», explicó Raphael Guimarães, uno de los autores del estudio.

Sin embargo, en los países de Centroamérica el factor de la alimentación incide menos, pero hay altas tasas de «subdiagnóstico y poco acceso a tratamiento», añadió.

Los investigadores recomiendan la elaboración de estudios que analicen de forma profunda el contexto socioeconómico de cada país en particular para evaluar el impacto de la enfermedad y poder prestar la atención sanitaria suficiente a fin de reducir la mortalidad.

 

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OMS alerta de un estancamiento en la reducción global de la mortalidad infantil y materna

La mortalidad infantil y la materna se han reducido en el mundo un 50 y un 34 por ciento respectivamente desde 2000, pero hay un estancamiento en este progreso, advierte hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS), recordando que esta situación afecta a 4,5 millones de bebés y madres.

Las cifras apenas mejoran desde 2015, alerta un nuevo estudio de la OMS, en el que se detalla que cada año unas 290.000 mujeres mueren en el parto, 2,3 millones de bebés fallecen en el primer mes de vida, y se interrumpe el embarazo de forma involuntaria para otros 1,9 millones pasadas las 28 semanas de gestación.

«Mujeres embarazadas y recién nacidos siguen falleciendo en cifras inaceptablemente altas en el mundo, y la pandemia de covid-19 ha creado aún más obstáculos para ofrecerles el cuidado sanitario que necesitan», advirtió al presentarse el informe el responsable de salud materna e infantil de la OMS, Anshu Banerjee.

La OMS subraya que desde 2018 más de tres cuartas partes de los países en conflicto del África subsahariana muestran un empeoramiento de la asistencia a madres y recién nacidos, y sólo uno de cada diez redes sanitarias sondeadas en el planeta afirman tener suficientes fondos para este tipo de atención.

La situación empeoró con la pandemia, al reducirse en muchos países los gastos en esta área del sistema de salud: dos tercios de las redes de salud admiten carencias en incubadoras y otras unidades de atención a bebés necesitados de cuidados especiales tras el parto.

«Dos tercios de las instalaciones para el parto en África subsahariana no son plenamente funcionales, en el sentido de que carecen de recursos esenciales tales como medicamentos, agua potable, electricidad o plantilla disponible las 24 horas», añade la OMS.

La organización con sede en Ginebra también recuerda que menos del 60 % de las embarazadas en África subsahariana y el sur de Asia, las regiones con mayor número de mortalidad materna e infantil, reciben menos de cuatro chequeos previos al parto, cuando la OMS recomienda hasta ocho.

Crean una forma de tratar las hemorragias posparto, la mayor causa de mortalidad materna

Un estudio científico publicado este martes propone un nueva forma de tratar las hemorragias posparto, la principal causa de mortalidad materna en el mundo, que cada año sufren 14 millones de mujeres y provoca 700.000 muertes, dijo hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS)

La hemorragia posparto es una complicación en la que la mujer pierde más de medio litro de sangre en las 24 horas que siguen al parto y causa la muerte de una madre cada seis minutos en alguna parte del mundo, en particular en países pobres.

El estudio, que involucró a 200.000 mujeres en varios países, propone un dispositivo sencillo y barato para medir objetivamente la cantidad de sangre que se está perdiendo, frente al método actual que consiste en una inspección visual que tiende a subestimar la pérdida de sangre y puede llevar a una demora del tratamiento que pone en riesgo la vida de la paciente.

Al mismo tiempo, la investigación -realizada mediante una colaboración de expertos de la OMS y de la Universidad de Birmingham (Reino Unido)- plantea que las distintas etapas del tratamiento para esos casos se administren juntos, en lugar de hacerlo de forma secuencial y con pausas entre una y otra intervención.

Se observó que de esa manera las hemorragias severas (pérdida de más de un litro de sangre tras el parto) se reducían en un 60 % y con ello disminuía el riesgo de muerte.

«El tiempo es esencial cuando se responde a una hemorragia posparto, de modo que las intervenciones que eliminen los retrasos en el diagnóstico y el tratamiento pueden revolucionar la salud materna», señaló el responsable del ensayo, el profesor Arri Coomarasamy.

La nueva recomendación de la OMS pasa así por una detección rápida y exacta de la hemorragia, a la que debe seguir un tratamiento inmediato y en conjunto -cuando sea indicado- que incluya masajes uterinos, medicinas para contraer el útero y detener el sangrado, y fluidos intravenosos.

Con estas indicaciones también se notó que se reduce la tasa de transfusiones sanguíneas, lo que es de particular importancia en los países de bajos ingresos, donde la sangre es un bien escaso y caro.

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La ONU alerta de un aumento en la mortalidad en el parto en Europa y América

Las muertes de mujeres durante el parto aumentaron un 17 % en Europa y América del Norte y un 15 % en América Latina y el Caribe entre 2016 y 2020, según un informe publicado hoy por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y otras agencias de la ONU.

A nivel global, el número de fallecimientos descendió un 7 % en el mismo período de tiempo, pasando de 309.000 en 2016 a 287.000 cuatro años después, o lo que es lo mismo, una mujer fallecida cada dos minutos.

En cifras absolutas, África Subsahariana concentra más de dos tercios de estas muertes (202.000), mientras que se registraron 66.000 en Asia central y meridional, 9.400 en Oriente Medio y Magreb, 8.400 en Latinoamérica y el Caribe, 810 en Norteamérica y 590 en Europa (310 en los países del este).

La autora del informe, la epidemióloga británica Jenny Cresswell, advirtió en una rueda de prensa para presentar el informe que los avances en materia de prevención de la mortalidad materna «se han ralentizado».

Respecto al aumento de casos en Europa y Norteamérica, consideró que esta tendencia al alza ya se había iniciado antes de 2016 y la atribuyó a las dificultades de acceso a salas de parto, al elevado coste de la seguridad social y los seguros de salud y a las desigualdades raciales, aunque reconoció que las causas son complejas y diferentes en cada país.

Frente a estas zonas, los mayores descensos se registraron en Australia y Nueva Zelanda (-35 %) y en Asia central y meridional (-16 %).

Cresswell subrayó la situación especialmente vulnerable de las mujeres en África Subsahariana, donde los servicios sanitarios para las parturientas están mucho menos desarrollados y en nueve países de la región la tasa de mortalidad duplicó al promedio mundial.

Causas de los fallecimientos 

De acuerdo al informe, las principales causas de estas muertes fueron las hemorragias internas, la hipertensión, las infecciones ocurridas durante el embarazo, la práctica de abortos de riesgo y la presencia de enfermedades graves (como el sida o el paludismo).

Además, el director del departamento de la OMS para la maternidad, los recién nacidos, los niños y los adolescentes, Anshu Banerjee, destacó que un tercio de las mujeres embarazadas no reciben la mitad de los controles prenatales recomendados y que 270 millones de ellas no tiene acceso a métodos modernos de planificación familiar.

En este sentido, la organización recalcó la importancia de que se reduzcan los tiempos de espera de las mujeres que van a dar a luz y pidió a los profesionales sanitarios que otorguen cuidados ginecológicos «respetuosos» a sus pacientes.

Para ello, la OMS reclamó más inversiones en este ámbito médico y pidió a los estados que coloquen la salud maternal en el centro de sus esfuerzos para impedir que esta situación se agrave y lograr así que «ninguna mujer muera dando a luz a otro ser vivo». EFE

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Identifican variante de viruela del mono con alta mortalidad

Investigadores internacionales liderados por la Fundación Lucha contra las Infecciones (FLI) del Hospital Germans Trias i Pujol (Barcelona) y la Universidad Queen Mary de Londres han identificado una forma grave y necrotizante de mpox (antes llamada viruela del mono) que causa la muerte al 15 % de las personas inmunodeprimidas con VIH avanzado.

El infectólogo del FLI, Oriol Mitjà, ha recomendado que esta forma grave de mpox se añada a la lista de infecciones graves de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Centro para el Control de Enfermedades, ya que son particularmente peligrosas para personas con VIH en estadios avanzados y han aconsejado que todas las personas con mpox se hagan la prueba del VIH.

La investigación, que publica este martes la revista The Lancet, ha recopilado la mayor serie de casos de mpox en personas con enfermedad avanzada por VIH, en la que identifican una nueva forma grave de mpox.

La mayoría de las infecciones por mpox en el brote internacional actual han pasado en redes sexuales de hombres homosexuales, bisexuales y hombres que tienen sexo con hombres, y entre el 38 % y el 50 % de las personas diagnosticadas con mpox el pasado año también viven con el VIH, la mayoría en tratamiento con antirretrovirales y que llevan una vida libre de enfermedad.

Aunque los médicos sospechaban que la infección por mpox puede ser más grave en personas con VIH avanzado, hasta ahora no había un estudio global para certificarlo.

Este trabajo ha analizado los casos de 382 personas con VIH avanzado, de las que 107 fueron hospitalizadas y 27 murieron.

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Así, han descrito una forma muy grave de mpox caracterizada por lesiones cutáneas necrosantes, grandes y generalizadas, tasas altas de infecciones graves y, en algunos casos, lesiones pulmonares inusuales.

Esta forma de infección comporta una mortalidad del 15 % en personas con enfermedad avanzada por VIH e inmunodeprimidas y, según ha confirmado el estudio, las 27 muertes tuvieron lugar en este grupo inmunodeprimido.

Por eso, los investigadores han pedido añadir esta forma grave de mpox a la lista existente de enfermedades definitorias del SIDA, para ayudar a los médicos a proteger a las personas inmunodeprimidas que corren mayor riesgo de morir debido a la infección por mpox.

«Todas las personas con mpox deberían hacerse la prueba del VIH, y todas las personas en riesgo con VIH e inmunosupresión deberían tener prioridad en la vacunación preventiva contra el mpox y en el acceso a antivirales», ha pedido Mitjà, que ha recordado que la mayoría de las muertes por mpox han ocurrido en países con bajos niveles de diagnóstico de VIH o sin acceso universal a antivirales para mpox o VIH, y sin acceso a unidades de cuidados intensivas.

«Es necesario un esfuerzo global coordinado para garantizar el acceso equitativo a antivirales y vacunas en países donde la interacción de la infección por VIH no controlada y el mpox es más frecuente», ha dicho Mitjà.

Según el infectólogo de la Fundación de Lucha contra las Infecciones y del Hospital Germans Trias i Pujol, «cuando los médicos reconocen lesiones cutáneas necrosantes o afectación pulmonar, han de utilizar una vía clínica diferenciada y un enfoque intensificado, y las autoridades de salud deben priorizar la vacunación de las personas que viven con el VIH».

Actualmente, hay una lista de catorce infecciones que se comportan de forma diferente y son particularmente peligrosas para las personas inmunodeprimidas con infección avanzada por VIH, y los investigadores quieren que este mpox se incluya en esta clasificación para guiar el manejo de las personas con mayor riesgo de morir debido a estas infecciones.

Previamente a este trabajo, los investigadores habían publicado tres estudios de casos sobre el reciente brote global de mpox: el primero analiza la infección por mpox en hombres; el segundo describe la presentación de la enfermedad atendiendo a su virología, epidemiología, patogénesis o presentación clínica, y el tercero se centra en la infección por mpox en mujeres y personas no binarias.

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El exceso de mortalidad por Covid-19 es tres veces más de lo estimado

Entre 2020 y 2021 se produjeron unos 14,83 millones de muertes asociadas al Covid-19 en todo el mundo, una estimación casi tres veces mayor que el número de fallecimientos previamente informado por esta misma enfermedad.

Estas estimaciones, a partir de una modelización matemática, son de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y están recogidas en un artículo que se publica este miércoles en la revista Nature.

El exceso de mortalidad es la diferencia entre el número total de muertes estimado para un lugar y un periodo y la cantidad de fallecimientos que habría cabido esperar en ausencia de una crisis, en este caso la pandemia de Covid-19.

Para este cálculo se consideran tanto las muertes atribuibles directamente a la enfermedad como por su impacto en el sistema de salud y la sociedad.

El estudio concluye que la covid-19 ha sido responsable de entre 13,3 y 16,6 (muy probablemente 14,83) millones de muertes en exceso en todo el mundo, es decir, 2,74 veces más muertes que los 5,42 millones notificados anteriormente.

El exceso de mortalidad fue de 4,47 millones en 2020 y de 10,36 millones en 2021.

Los autores del estudio indican que algunos factores han dificultado la evaluación del efecto total de esta enfermedad en la población mundial.

Entre esas condicionantes apuntan las variaciones en el acceso a las pruebas; las diferencias en la capacidad de diagnóstico; las variaciones en la notificación de la causa de muerte y la certificación incoherente de Covid-19 como causa de muerte.

El equipo, liderado por William Msemburi, de la OMS, calculó el exceso de muertes, es decir, la comparación entre los datos de mortalidad de 2020 y 2021 con el número de muertes que se habrían esperado si no se hubiera producido la pandemia.

Para ello usaron un modelo matemático que permitió predecir las muertes esperadas, así como inferir la mortalidad de 2020-2021 para aquellos países con datos incompletos o inexistentes.

El estudio indica que solo cien países del mundo (52%) disponían de datos detallados y completos sobre mortalidad.

La revista explica que el exceso de mortalidad tiene en cuenta tanto el número total de muertes atribuidas directamente al virus como el impacto indirecto, incluyendo la interrupción de los servicios sanitarios esenciales o las alteraciones en los viajes.

Más allá de lo que se atribuye directamente al Covid-19, la pandemia también ha causado grandes daños colaterales que han provocado profundas pérdidas de medios de subsistencia y de vidas.

Debido a la modelización estadística necesaria para extraer estas conclusiones, los autores aconsejan interpretar algunas de estas estimaciones con cautela.

En un artículo de apoyo que acompaña al estudio, Enrique Acosta del español Centro de Estudios Demográficos, destacó que cuatro de cada cinco muertes excesivas se produjeron en países de renta media, y algunos de los más afectados fueron los de América Latina.

La complejidad de estimar el efecto de la pandemia en la mortalidad mundial subraya la urgente necesidad de construir sistemas robustos y centralizados que permitan un seguimiento en tiempo real de la mortalidad mundial, escribe Acosta.

La construcción de tales sistemas -recuerda- “requerirá considerables esfuerzos globales para reforzar los sistemas de registro civil y estadísticas cruciales en todo el mundo, especialmente en los países de ingresos bajos y medios. Pero, una vez construidos, servirán de alerta temprana esencial para futuras pandemias y crisis sanitarias”.

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